viernes, 31 de agosto de 2007

Cuidado muchachos: la democracia con vandalismo no perdura

No son tiempos en los cuales el ciudadano común tolere vivir bajo la amenaza permanente del vandalismo y el desorden anárquico. El mundo de hoy no es el de los sesentas. Ha pasado mucha agua bajo los puentes de la democracia, el progreso técnico y el desarrollo. La experiencia de los gobiernos militares y de los partidos únicos son también importantes factores del cambio de la conciencia del ciudadano de a pié. La opinión pública ha ganado tanto poder ahora como nunca antes y esta opinión repugna de la violencia, la querella permanente, el desorden que perturba la actividad cotidiana y la tranquilidad de las personas. La delincuencia es también un fenómeno que interfiere con la normalidad que el ciudadano común quiere para su vida. Es cierto que la pobreza y las desigualdades generan conductas violentas y delictivas si la sociedad no dispone de mecanismos eficaces para canalizar las esperanzas y las frustraciones que provoca el proceso de modernización capitalista que estamos viviendo. Por ello es tan importante que los partidos de izquierda se esmeren en la constitución y consolidación de todo tipo de organizaciones sociales en que participe la gente común a fin de presionar ordenadamente por sus reivindicaciones.

La democracia es apreciada justamente porque para el ciudadano común ella es el sistema más predecible de todos los que conoce, porque es un sistema que repudia la arbitrariedad, sobre todo la arbitrariedad impuesta por la fuerza. El vandalismo y la violencia anárquica son impredecibles y totalmente arbitrarios.

El ciudadano común, que no está en los partidos políticos, que no lidera sindicatos, que no participa de los cerrados círculos de las elites desea que la democracia vaya resolviendo sus problemas con eficiencia, a través del funcionamiento transparente y probo de las instituciones. Desea que los dirigentes políticos, los empresarios, los más ricos sean sensibles a sus necesidades y se empeñen en resolver sus problemas del modo más claro, sencillo, eficaz y rápido posible. Para ello las instituciones del Estado y de la sociedad deben funcionar bien permanentemente bajo leyes eficaces y normas éticas. El fortalecimiento de la sociedad civil ha de generar sólidas instituciones a través de las cuales puedan expresarse con seriedad y firmeza sus reivindicaciones, esperanzas y proyectos. Tales instituciones pueden ser vehículos eficientes para la participación popular. Pero los organismos del Estado han de actuar con sabiduría y ponderación a fin de promover e incorporar los aportes al desarrollo y la equidad que de allí emanen.

El vandalismo que destruye la propiedad pública y privada, que se permite usar la violencia “por la libre”, apenas se presenta la ocasión, perturba el quehacer cotidiano de los ciudadanos e incumple las normas de la sana convivencia. ¿Este concepto está claro para todos o es que alguien tiene dudas? Pues bien, si los líderes sociales y políticos tienen claro este concepto (y lo debieran tener ya que se supone que si son líderes son, también, personas de inteligencia superior al promedio) ellos no debieran, éticamente hablando, crear las condiciones materiales para que se despliegue el vandalismo y la violencia anárquica. Y si lo hiciesen debieran asumir las consecuencias, toda vez que saben que tras determinadas iniciativas suyas se provocan determinadas conductas vandálicas. Todos los saben. Ellos y la autoridad.

Lo peor que nos pudiera suceder como sociedad es que por una idea mal entendida acerca de que la democracia deba permitir la libertad para expresarse y protestar, las fuerzas encargadas de mantener el orden público actúen con incertidumbre, y duden acerca de su comportamiento ante el vandalismo y la violencia anárquica. Por desgracia, el reciente llamado de la CUT estuvo teñido de ambigüedades escasamente comprensibles. El Presidente de esta organización sindical convocó a manifestarse y protestar sin dar a conocer ni a la autoridad ni a la opinión pública los detalles de la actividad simplemente porque no existía ningún programa. Al no hacerlo provocó una sensación de misteriosa indefinición que dejó libre a los que quisieran aprovecharse de ella. Enseguida, dijo que él no se hacía responsable de aquello que los violentos hiciesen. Es decir, les sirvió un plato y, luego, dio un paso al lado. Y se trata de un dirigente con muchos años de experiencia.

Otra situación que desorienta a la población es la siguiente. La Presidenta de la República, el Ministro del Trabajo, el Presidente de la CUT, y el senador que salió herido en la manifestación, el Honorable Alejandro Navarro, todos ellos pertenecen al mismo partido político. Todos son socialistas. Además, y para rubricar la esquizofrénica situación el Presidente del Partido Socialista también manifiesta su apoyo a la ambigua convocatoria de la CUT. Ello acarrea no sólo desorientación sino también incertidumbre, no sólo sobre el presente sino también, y especialmente, sobre el futuro político del país. Todos ellos debieran tener presente que la democracia con vandalismo es incierta.



domingo, 26 de agosto de 2007

Diez años del fallecimiento de Clodomiro Almeyda


El 25 de agosto se cumplieron diez años del fallecimiento de Clodomiro Almeyda, académico y político. Por estos días se recuerda su regreso clandestino al país, en 1987, y la condena de prisión a que fue sometido por el régimen militar. Sin embargo, pocos han dicho que Almeyda fue relegado, después de permanecer preso en Capuchinos, a la lejana localidad de Chile Chico. Este pequeño poblado que, a la fecha, cuenta con alrededor de 3.000 habitantes está en la ribera sur del Lago General Carrera, lago que Chile comparte con Argentina donde se denomina Lago Buenos Aires. Chile Chico está más al sur que Coihaique y al lado de la frontera con Argentina. El pueblo más cercano es, justamente, "Los Antiguos" perteneciente a nuestros vecinos.

La fotografía en que el autor del blog aparece con “don Cloro” fue tomada en ocasión de la visita que le hiciera llevándole la solidaridad de sus amigos del Centro de Estudios Sociales (CES), sociedad de profesionales creada y dirigida por M. Barrera. El CES patrocinó y obtuvo una beca de investigación para el ilustre académico y político ante el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), con sede en Buenos Aires, cuyo Secretario Ejecutivo era, en la ocasión, el sociólogo boliviano Fernando Calderón. El becario adquiría el compromiso de escribir una tesis y Almeyda estando en la cárcel primero y, luego, en la relegación escribió un texto sobre la relación entre el socialismo y el sindicalismo chilenos. La visita tenía, también, el propósito de discutir el avance y el informe final del estudio. El CES publicó posteriormente este trabajo, a completa satisfacción de CLACSO. Al mismo tiempo Almeyda recibía a los dirigentes de las distintas entidades en que estaba dividido el Partido Socialista y firmaba con ellos las actas de su reunificación.

Así, pues, Almeyda desarrolló durante su relegación las dos facetas más importantes de su quehacer, la del intelectual y la del político, del pensador y del hombre de acción.

jueves, 23 de agosto de 2007

Competencia electoral en América Latina y la nueva conciencia de los problemas sociales

En el año 2006 se realizaron en América Latina elecciones presidenciales en 12 países. Contaron con observadores internacionales y sus resultados fueron respetados, registrándose un solo caso con dificultades graves, el de México. Este solo hecho devela un cambio político cualitativo en la región. Quedó atrás el ciclo de dictaduras militares y de partidos únicos, con la sola excepción cubana. La competencia electoral democrática entre proyectos políticos diferentes ha logrado no sólo legitimidad sino también un espacio para expresarse. No se registra en la historia del continente un periodo en que la mayoría de los ciudadanos latinoamericanos gozaran de tan alto nivel de derechos políticos. Esta feliz circunstancia convive con los problemas de pobreza y desigualdad económica, que no siendo nuevos aparecen, por esta circunstancia, agravados. Sin embargo, justamente esos derechos políticos abren posibilidades, como nunca antes, para intentar resolverlos. El resultado de estas elecciones indica una clara inclinación hacia las tendencias de izquierda, aunque en dos países importantes por su tamaño y economía, como Colombia y México, el triunfo fué para candidatos de derecha. Evo Morales, un dirigente indígena, fue electo presidente en Bolivia; Tabaré Vázquez, del partido socialista, electo Presidente de Uruguay. En Brasil obtuvo una amplia votación para un segundo periodo Luiz Inácio Lula da Silva, el antiguo sindicalista fundador del Partido de los Trabajadores (PT); Hugo Chávez fue reelecto en Venezuela con un fuerte discurso antinorteamericano; Néstor Kirchner, que asumió la presidencia en mayo del 2003, del peronismo de centroizquierda, gobierna Argentina. También Ecuador y Nicaragua eligieron a candidatos denominados de izquierda. En Chile, una mujer socialista que estuvo presa y exiliada, asume como la cuarta Presidente de la coalición de partidos de centroizquierda.

No se trata, sin embargo, de una nueva izquierda latinoamericana con tendencias políticas homogéneas. Hay, entre ellos, los que acentúan el anti norteamericanismo junto a la amistad con Fidel Castro y su revolución, como Hugo Chávez y Evo Morales. Sin embargo, como dice The Economist (London: 7 de junio de 2007), ellos son “friends, not clones”, porque viven en sus países circunstancias muy diferentes. Hay partidarios de nacionalizar recursos naturales, como Morales en Bolivia, pero en Perú, el aprista Alan García se esfuerza en obtener un Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos al modo como lo obtuvo Chile y revitalizar la economía con disciplina fiscal, apertura económica e inversión extranjera, con éxito a la fecha. En Ecuador y Bolivia, con larga tradición de poderosos movimientos indígenas, se reivindica “la refundación nacional”, aunque desde dentro del sistema democrático, y los derechos indígenas reclamados por 500 años. En Venezuela que, por el contrario, no tiene una historia de fuertes reivindicaciones indígenas se ha aprobado, durante el gobierno de Chávez una Constitución, donde en su artículo 119 se reconoce “los derechos de los pueblos indígenas sobre las tierras que ancestral y tradicionalmente ocupan…” El Presidente de Ecuador, Rafael Correa, libra una fuerte batalla en contra del Congreso donde se expresa, según dice, la “partidocracia”, causa de la corrupción, uno de los males del país. Con todo este amigo de Chávez ha refrendado y, recientemente, ampliado la dolarización de la economía. Hay quienes tienen rasgos populistas y preconizan el control de precios y políticas asistencialistas para los sectores de pobreza; mientras otros pregonan el libre mercado y la protección social institucionalizada para toda la población. Hay quienes no quieren pagar la deuda externa, al estilo de Argentina, y otros que desean pagarla cuanto antes, como Chile. La integración y amistad de estos países no se refuerzan por la supuesta afinidad ideológica. Entre Argentina y Uruguay ha surgido una difícil disputa con amplias movilizaciones populares por lado y lado. Desde el Perú se han reeditado problemas de límites con Chile. El MERCOSUR no ha mostrado ni más vitalidad ni más dinamismo. El Presidente Hugo Chávez intenta convertirse en un líder regional, pero su discurso resulta demasiado colorido para los oídos más formales. En tanto, quién constituye el líder natural de la región, Brasil, está demasiado ocupado en fortalecer su presencia global como potencia emergente ya que, junto a los otros dos gigantes (China e India), encabeza este grupo. Aunque de vez en cuando debe preocuparse por las acciones de Chávez.

El periodismo hace una gran división entre populistas, por un lado, y socialdemócratas, por otro. Es una distinción simplificadora; aún es temprano para aceptarla. Estrictamente hablando pocos de los nuevos electos –si alguno- sería de izquierda tradicional. Lo que sí se puede afirmar es que ha surgido en el continente una nueva conciencia democrática y una noción de que el progreso económico debe resolver los problemas de pobreza, desempleo, desprotección y que ello la población debe exigirlo. Esa conciencia se acompaña, frecuentemente, con recursos a la violencia no solo en relación con los conflictos laborales, como fue lo habitual, sino ahora también con demandas de mejor educación, salud, vivienda, tierrras, infraestructuras, etc. De modo que los gobiernos electos recientemente, de derecha o de izquierda, deben resolver los problemas de pobreza y desigualdad económica en un escenario de derechos cívicos y de alta conciencia de los derechos materiales y del poder electoral por parte de los ciudadanos. Y es así como toman fuerza las movilizaciones sociales en Argentina, Bolivia, Chile, Perú, México, etc. Estos ciudadanos quieren ser considerados como personas libres e iguales y solicitan un arreglo de las instituciones políticas y sociales básicas para que los valores de libertad e igualdad tengan expresión real. No será fácil el feliz cumplimiento de esta tarea La tendencia que tenga éxito en hacerlo, de derechas o de izquierdas, habrá adelantado mucho en la adhesión de una opinión pública cada vez más poderosa.

domingo, 12 de agosto de 2007

Más escritorio

Cuando llega un tiempo más sereno
esperamos con jolgorio
después de tanto terreno
algo más de escritorio.
M. Barrera

Las deslocalizaciones: el nuevo fantasma que recorre Europa

Es ya un lugar común decir que la globalización es un fenómeno que trae consigo oportunidades y riesgos. Las deslocalizaciones son justamente un aspecto del reordenamiento de la economía mundial provocado por la constitución del mercado global que reúne en sí esas dos situaciones. Acarrea oportunidades para unos -países y sectores sociales- y riesgos para otros. Es así como el traslado de actividades económicas y de empleos de unos países a otros tiene para la Europa más industrializada las características de una verdadera amenaza no sólo al empleo sino también al modelo social construido a lo largo de varias décadas. Es lo que pretende ilustrar este artículo con los casos de España, Francia y Alemania. Sin embargo, los países del centro y este europeo y algunos asiáticos se ven beneficiados. ¿Qué se entiende por deslocalización? En un sentido estricto el organismo ministerial francés para los cambios económicos (MIME) entiende por tal término el desplazamiento hacia el exterior de una actividad económica existente en Francia, cuya producción es a continuación importada a Francia. Es un fenómeno que no ha llegado a Chile, pero algunos lo asimilan al concepto de subcontratación, conocido nuestro. Artículo publicado en Revista DIPLOMACIA: Santiago: Academia Diplomática de Chile Andrés Bello; julio-septiembre 2004, No. 99; pp. 5-26.

En el camino hacia una nueva época: la noción de globalización

Este artículo se refiere al proceso de globalización, actualmente en desarrollo. Procura dar una definición del mismo, a fin de diferenciarlo de la ampliación del mundo conocido y de los mercados ocurrida en otras épocas. Para ello describe brevemente algunos de los cambios fundamentales que se dieron en el último cuarto del siglo veinte, tanto en el terreno de la tecnología, como de la política internacional, la cultura y la fuerza de trabajo. Estos procesos, que acompañan a la globalización y que son difíciles de distinguir de ella, han sido de tal magnitud que en su conjunto constituyen un verdadero cambio de época. La sociedad industrial está dando paso a una nueva economía y a una nueva sociedad, que tienen otro sentido, otros valores y nuevas modalidades de producción. Es la llamada sociedad del conocimiento o del saber. La globalización es, a la vez, un resultado de esos cambios y una adelantada de la nueva sociedad que trae consigo posibilidades tan auspiciosas como riesgosas para países como el nuestro. Un nuevo proyecto de país debiera contemplar tanto los beneficios como las dificultades que este proceso acarrea a los países de desarrollo medio como el nuestro. Artículo publicado en la Revista DIPLOMACIA; Santiago: Academia Diplomática de Chile Andrés Bello; octubre-diciembre de 2003, No. 96; pp. 16-37.