Quién se pasee por alguna plaza del barrio alto en las tardes tendrá la oportunidad de escuchar conversaciones entre infantes chilenos y sus “nanas” bolivianas, peruanas o ecuatorianas. Si escucha con atención notará que los padres de estos niños están obteniendo un valor agregado valioso del trabajo doméstico de estas inmigrantes. Ese valor agregado (no pagado) consiste en la oportunidad de esos infantes de escuchar cómo se habla un buen castellano. Este escuchar no lo logran esos infantes ni en su hogar con sus padres y familiares, ni en el colegio con sus profesores y compañeros, ni en la televisión con los locutores y animadores, ni –triste es decirlo- escuchando a nuestros parlamentarios, líderes políticos, ministros y otras altas autoridades.