No se trata, sin embargo, de una nueva izquierda latinoamericana con tendencias políticas homogéneas. Hay, entre ellos, los que acentúan el anti norteamericanismo junto a la amistad con Fidel Castro y su revolución, como Hugo Chávez y Evo Morales. Sin embargo, como dice The Economist (London: 7 de junio de 2007), ellos son “friends, not clones”, porque viven en sus países circunstancias muy diferentes. Hay partidarios de nacionalizar recursos naturales, como Morales en Bolivia, pero en Perú, el aprista Alan García se esfuerza en obtener un Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos al modo como lo obtuvo Chile y revitalizar la economía con disciplina fiscal, apertura económica e inversión extranjera, con éxito a la fecha. En Ecuador y Bolivia, con larga tradición de poderosos movimientos indígenas, se reivindica “la refundación nacional”, aunque desde dentro del sistema democrático, y los derechos indígenas reclamados por 500 años. En Venezuela que, por el contrario, no tiene una historia de fuertes reivindicaciones indígenas se ha aprobado, durante el gobierno de Chávez una Constitución, donde en su artículo 119 se reconoce “los derechos de los pueblos indígenas sobre las tierras que ancestral y tradicionalmente ocupan…” El Presidente de Ecuador, Rafael Correa, libra una fuerte batalla en contra del Congreso donde se expresa, según dice, la “partidocracia”, causa de la corrupción, uno de los males del país. Con todo este amigo de Chávez ha refrendado y, recientemente, ampliado la dolarización de la economía. Hay quienes tienen rasgos populistas y preconizan el control de precios y políticas asistencialistas para los sectores de pobreza; mientras otros pregonan el libre mercado y la protección social institucionalizada para toda la población. Hay quienes no quieren pagar la deuda externa, al estilo de Argentina, y otros que desean pagarla cuanto antes, como Chile. La integración y amistad de estos países no se refuerzan por la supuesta afinidad ideológica. Entre Argentina y Uruguay ha surgido una difícil disputa con amplias movilizaciones populares por lado y lado. Desde el Perú se han reeditado problemas de límites con Chile. El MERCOSUR no ha mostrado ni más vitalidad ni más dinamismo. El Presidente Hugo Chávez intenta convertirse en un líder regional, pero su discurso resulta demasiado colorido para los oídos más formales. En tanto, quién constituye el líder natural de la región, Brasil, está demasiado ocupado en fortalecer su presencia global como potencia emergente ya que, junto a los otros dos gigantes (China e India), encabeza este grupo. Aunque de vez en cuando debe preocuparse por las acciones de Chávez.
El periodismo hace una gran división entre populistas, por un lado, y socialdemócratas, por otro. Es una distinción simplificadora; aún es temprano para aceptarla. Estrictamente hablando pocos de los nuevos electos –si alguno- sería de izquierda tradicional. Lo que sí se puede afirmar es que ha surgido en el continente una nueva conciencia democrática y una noción de que el progreso económico debe resolver los problemas de pobreza, desempleo, desprotección y que ello la población debe exigirlo. Esa conciencia se acompaña, frecuentemente, con recursos a la violencia no solo en relación con los conflictos laborales, como fue lo habitual, sino ahora también con demandas de mejor educación, salud, vivienda, tierrras, infraestructuras, etc. De modo que los gobiernos electos recientemente, de derecha o de izquierda, deben resolver los problemas de pobreza y desigualdad económica en un escenario de derechos cívicos y de alta conciencia de los derechos materiales y del poder electoral por parte de los ciudadanos. Y es así como toman fuerza las movilizaciones sociales en Argentina, Bolivia, Chile, Perú, México, etc. Estos ciudadanos quieren ser considerados como personas libres e iguales y solicitan un arreglo de las instituciones políticas y sociales básicas para que los valores de libertad e igualdad tengan expresión real. No será fácil el feliz cumplimiento de esta tarea La tendencia que tenga éxito en hacerlo, de derechas o de izquierdas, habrá adelantado mucho en la adhesión de una opinión pública cada vez más poderosa.