martes, 8 de abril de 2008

El conservadurismo valorativo y la píldora. Manuel Barrera

a Para adelantar en Chile en el proceso de modernización del Estado, de la sociedad y de la vida cultural, que en muchos aspectos tuvo un fuerte retroceso durante el gobierno militar, es necesario avanzar persistentemente en la laicidad tanto del Estado como de la vida social, a fin de terminar con la confusión religión/política. Sin ello seguiremos siendo una de las sociedades más conservadoras de la región y correremos el riesgo de ser comparados con culturas fundamentalistas ajenas a la tradición democrática y racionalista del mundo occidental. Una de las últimas leyes dejadas como herencia de la dictadura a la democracia fue la prohibición del aborto terapéutico. Y esa prohibición aún está vigente. “Prácticamente todos los países de América tienen leyes sobre el aborto terapéutico que datan, algunas, del año 1870.” (Mirta Roses, Directora de la OPS; El Mercurio, 18 noviembre, 2006). Esas leyes tratan de salvar vidas humanas. La mortalidad materna no ha disminuido en Chile. Está estancada. La causa de la mayoría de estas muertes es el aborto provocado, realizado en malas condiciones, clandestinas. De hecho en Chile se estima que uno de “cada tres embarazos termina en aborto, con un total aproximado de 160.000 abortos inducidos al año. Abortan mujeres pobres y acomodadas, mujeres adultas y adolescentes, mujeres con estudios y con escasa escolaridad, mujeres que profesan una religión y no creyentes. Pero son las más pobres las que arriesgan sus vidas en procedimientos totalmente insalubres y peligrosos, y las que pueden ser encarceladas” (Adriana Gómez, Red de Salud de las Mujeres, El Mercurio, cartas al director, 19 noviembre, 2006). Por otro lado, está comprobado que son hijos que nacen bajo las leyes que sancionan el aborto los que, de mayores, pasan a practicar la delincuencia como forma de vida, convirtiéndose en drogadictos y delincuentes y, muchas veces, en asesinos. (Véase al respecto el análisis de Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner; Freakonomics; Barcelona: 2006. Capítulo 4 “¿Adónde han ido todos los criminales?; pp.123-150).

En cuanto al conservadurismo valorativo, tan estimado durante el gobierno militar, no se ha producido un cambio significativo en la cultura oficial. Todavía existe la necesidad, pero en muy pocos la voluntad, de luchar por una sociedad civil culturalmente más libre, menos sometida a los valores tradicionales de los grupos dominantes en nuestra cultura. La laicidad es un valor de la modernización que no ha penetrado en Chile. El proceso de separación de la Iglesia y el Estado que comenzó en la tercera década del Siglo XX no se ha completado. La Iglesia, que tiene todo el derecho a guiar a sus fieles de acuerdo a sus creencias, no renuncia a imponer sus valores a toda la sociedad y al Estado, para lo cual no tiene ningún derecho.

Lo anterior se ve reflejado claramente en la mentalidad de muchos políticos. Actúan en la vida pública, al interior de las instituciones políticas del Estado, de acuerdo a sus convicciones religiosas en desmedro de la realidad social, que a veces significa vidas humanas en peligro o situaciones sociales altamente riesgosas para grandes sectores de población. No siempre distinguen sus creencias de las políticas del Estado ni aun los parlamentarios, que deben legislar para el total de la comunidad nacional. El reciente fallo del Tribunal Constitucional (adelantado en una declaración oficial de dicho organismo), requerido por parlamentarios conservadores, que prohibe la distribución gratuita de la píldora del día después por los organismo de salud del Estado, pero no su venta en farmacias, constituye no sólo una vergüenza para la conciencia nacional sino una fuerte agresión a las personas más pobres de la población.

Desgraciadamente, este fallo troglodita fue aprobado con el voto de un ex-Ministro y ex- embajador de un gobierno de la Concertación, el Sr. Mario Fernández. Ello significa que el conservadurismo valorativo penetra a un amplio arco del espectro político. Cambiar esta situación es una importante tarea de la cultura progresista nacional.

La implementación de este triunfo del conservadurismo valorativo traerá más abortos clandestinos y, por consiguiente, más muertes de mujeres jóvenes en nuestro país.