No es posible entender el rebelde comportamiento social surgido en el último lustro en diversos países, incluyendo el nuestro, sin tener presente el modo en que han venido cambiando en las últimas décadas las relaciones del Estado con la sociedad y las personas. Y las de la sociedad y las personas entre sí. La crisis mundial aporta a esos cambios importantes cuotas de incertidumbre, riesgos y desamparo para las personas; y debilidad e irrelevancia para los Estados nacionales. El fenómeno de la globalización se nos muestra, con la crisis financiera y del empleo, con un rostro tan adverso como lejano e inalcanzable.