domingo, 12 de julio de 2020

¿Nuevo actor social para la reorganización?




                                                              

Las transformaciones que ha experimentado el capitalismo maduro han configurado lo que algunos autores han caracterizado como una nueva modalidad de acumulación. Esta modalidad de acumulación determina una nueva forma de inserción de los países periféricos en el sistema, la que tiene su expresión más manifiesta en la estructuración de renovadas formas de dependencia, cambios en la división internacional del trabajo, y transformación de los mecanismos de generación y de traspaso de apropiación del excedente.

   El rasgo más característico de esta nueva modalidad de acumulación es la exclusión de los sectores sociales que no puede integrar, liberando para acumulación los excedentes que en otras condiciones estarían destinados a la reproducción de estos sectores. Por otro lado, la exclusión del sistema se instrumentaliza principalmente mediante la provocación de importantes transformaciones del mercado de trabajo lo cual, por otro lado, va a cambiar significativamente la base material del movimiento de trabajadores. Con ello la nueva modalidad de acumulación ha resuelto la generación de nuevas fuentes para financiar las ganancias del capital, y configurado al interior del esquema de relaciones sociales nuevos mecanismos de regulación de conflictos, en especial del conflicto laboral de los sectores integrados al sistema bajo la forma de vendedores de su fuerza de trabajo.

   En efecto, la división internacional del trabajo se organiza ahora en torno a una nueva estructura internacional de producción y distribución. Es el capitalismo transnacional.

Las empresas transnacionales localizan su inversión en un sector cada vez más pequeño de ramas y subramas industriales y agroindustriales definidas en función de las condiciones previas de concentración económica, del aprovechamiento de ventajas comparativas en relación a los recursos naturales, del grado de desarrollo de las diferentes ramas industriales, de la calificación relativa de la fuerza de trabajo, provocando una marcada segmentación al interior de la estructura productiva interna y redefiniendo con ello, de una nueva manera el fenómeno que el pensamiento económico latinoamericano caracterizó como “heterogeneidad estructural”.

   El desarrollo capitalista concentrado y centralizado en segmentos puntuales de las estructuras productivas internas abre un amplio espacio para el desarrollo de lo que se ha llamado las “economías sumergidas” o “informales”. Este espacio económico se constituye finalmente en la única alternativa de reproducción de la mano de obra que el proceso de “modernización capitalista” margina.


   Forman parte importante de este fenómeno, por ejemplo, las presiones que ejercen estos sectores marginados por abrir espacios al interior de los segmentos del mercado de trabajo de las actividades que lideran la expresión capitalista. El efecto de ello es la creación de condiciones para que los propios empleos generados en el sector formal sufran un sostenido proceso de precarización.

   La negación del capitalismo a asumir el costo de una fracción importante de mano de obra “disponible”, el deterioro de los salarios y condiciones de trabajo de los activos (por debajo del límite de subsistencia en muchos casos) contribuye a desviar una parte significativa del producto excedente que el factor trabajo no se apropia, a satisfacer exitosamente los requerimientos de capital que demanda la nueva modalidad de acumulación capitalista.

   De esta forma la destrucción del poder sindical de los trabajadores como efecto de una cesantía sobredimensionada, el miedo al despido de los activos y la precarización del vínculo contractual a su fuente de trabajo, les impide el hacer uso de su libertad como propietarios de la fuerza de trabajo. Concebidos tales factores, como prerrequisitos para la regulación del conflicto se erigen en tendencias estructurales de esta nueva modalidad de acumulación capitalista.

Las diversas lógicas de organización y acción sociales

   De lo anterior se deduce que los trabajadores son heterogéneos en cuanto a la calidad de su empleo y en cuanto a su aproximación a tal empleo. La articulación de la economía mundial y de la economía nacional arroja a lo menos cinco tendencias que experimenta la clase trabajadora en su inserción laboral: la informalidad, la exclusión, el empleo precario, la terciarización, el empleo formal propiamente tal. Cada una de ellas supone una lógica de organización y acción sindicales o sociales (según sea el caso) diferentes. Enseguida se hará referencia a estas situaciones.

1.- El sector informal urbano

   La fuerza laboral del sector informal urbano se compone de los ocupados en empresas pequeñas no modernas y de trabajadores independientes, con exclusión de los profesionales y técnicos, y de los trabajadores del servicio doméstico. Su caracterización plantea una oposición entre la gran industria y los talleres y actividades artesanales; entre el gran o mediano comercio y el comercio local que utiliza el trabajo del dueño de tienda y de los miembros de su familia, aunque lo más visible es el trabajo de los comerciantes callejeros.

  Las relaciones que existen en Chile entre el sindicalismo y el sector informal de la economía urbana son muy marginales. El tema de la organización sindical del sector informal es de alta relevancia toda vez que su número es cada vez mayor, calculándose que en Santiago un tercio de la Población Económicamente Activa (PEA), pertenece a él.
   Entre los trabajadores del “sector informal urbano” se puede diferenciar respecto de las categorías con que se inicia este párrafo a los comerciantes ambulantes, los que son relativamente nuevos en el escenario de las grandes ciudades de América Latina, a lo menos en cuanto a su dimensión numérica alcanzada en las últimas décadas. Por su cantidad han cobrado importancia económica, por sus lazos con la economía formal constituyen una condición híbrida, por su lucha permanente con la policía y los municipios metropolitanos son una excepción de combatividad en el sector informal. Sin embargo, no tienen una organización parecida a la sindical y, en la mayoría de las ciudades, no tienen ninguna. Poseen un potencial de rebeldía indudable, aunque su canalización política es impredecible. En las grandes revueltas que se suceden de tiempo en tiempo en las capitales de los países de la región es muy posible que aporten la violencia, el “pillaje”, el enfrentamiento con la policía.

   El numeroso “sector informal urbano” no tiene posibilidades de constituirse en un sector organizado sindicalmente, tal como ha sido entendida esta organización en Chile a través de su historia. Ello no quiere decir que la organización de este sector sea vedada por la ley o que no pueda constituir organizaciones de otro tipo o que el conjunto del sector o partes de él estén imposibilitados de adquirir una conciencia social o política que pueda generar necesidades de organización y/o movilización de importancia.

2.- La aparición de un nuevo actor social: los desempleados excluidos del sector formal y los marginados del sector informal

   Se visualiza cada vez más claramente el hecho de que el contingente de fuerza de trabajo que está siendo desplazado de la economía ayuda a la conformación de un nuevo sector social: los pobladores cesantes o excluidos. Sus organizaciones son de dos tipos, una es de defensa del conjunto de una población; en las que tienen grados de influencia los partidos políticos. Otro tipo de organización que está surgiendo entre ellos es la de sobrevivencia, la que se basa en el concepto de cooperación mutua y que integra a un sinnúmero de pobladores, hombres, mujeres, jóvenes, niños bajo el signo de una estrategia para la sobrevivencia.
   Estas organizaciones de sobrevivencia no forman parte del sector informal tradicional de la economía porque más que empresas o talleres artesanales son instituciones de ayuda mutua, son gérmenes de solidaridad económica, moral, humana y ellas forman una nueva realidad en el mapa general de la marginalidad social.

3.- La vida política de los nuevos sectores subalternos: los excluidos y el sector informal

   Un tema de relevancia en la relación entre los trabajadores excluidos y la vida política de los sectores populares y su comparación con la acción de los informales.
   Los trabajadores informales realizan menos acción y tienen menos formación política que los trabajadores excluidos. Es decir, cesantes, trabajadores de programas de subsidios al desempleo tienen una visualización política mayor que los informales. Primero, por su propia creatividad los desempleados fueron organizando tipos diversos de organizaciones económicas solidarias, ayudados por las numerosas instituciones de apoyo a la extrema pobreza. La Iglesia se esforzó en posibilitar estos agrupamientos. Luego, el mismo Estado, en varios países, ha procurado que estos trabajadores cesantes organicen microempresas. Es decir, que estos trabajadores cesantes puedan de algún modo convertirse en trabajadores informales. Ello no ha sido así, sin embargo. La experiencia indica que para garantizar la permanencia en la producción de estas microempresas se requiere de un apoyo externo a ellas mismas. Por otro lado, trabajadores excluidos han formado en algunas partes sindicatos en los programas de subsidio al desempleo manejados por el Estado.
   Es relevante para la realidad social de estos días en América Latina el tema de la organización y la acción de los sectores desempleados y excluidos y sus vínculos con el movimiento de los pobladores, la política y el sindicalismo.
   Los sectores poblacionales activos son más radicales que los sindicalizados. La existencia de grupos absolutamente desesperanzados es una manifestación extrema de las conductas de estos nuevos actores sociales. Tales conductas no las encontraremos entre los trabajadores informales tradicionales, donde no se conocen movimientos sociales o actos de rebeldía franca.
   Por el contrario, existe un nexo entre organizaciones de pobladores y el sindicalismo, aunque la relación sea difícil. Ellos pueden concertar algunas reivindicaciones económicas sociales de carácter general, las que pueden ser acogidas por las organizaciones a las cuales pertenecen. No se puede afirmar que exista en potencia un nuevo movimiento social. El mundo poblacional es confuso, con objetivos pocos claros, con una diversidad de estrategias.

4.- El empleo precario y el sindicalismo eventual

   Un tema poco estudiado en profundidad, aunque de extensión conocida es el empleo precario. Se alude con este concepto a un tipo de empleo que aparece en el sector formal de la economía. En Chile este tipo de empleo ha llegado inclusive a las grandes minas del cobre. La forma que ha tomado es la proliferación de empresas contratistas, las que realizan actividades de todo tipo con trabajadores que ellas contratan. Por tanto, estos trabajadores no pertenecen a la empresa minera sino a otras; por lo que se les llama trabajadores “subcontratados”.
   Naturalmente que el estatus jurídico laboral de los subcontratados es muy diferente al de sus compañeros contratados por la empresa minera. Tienen contratos a plazo fijo generalmente por un corto periodo, su organización sindical es sumamente dificultosa, aunque es legalmente posible. En general, no están bajo régimen de la negociación colectiva. En una sola mina (El Teniente) se han detectado más de 200 empresas contratistas que emplean casi 8.000 trabajadores. Por tanto, éstos tienen que acordar sus condiciones de trabajo y remuneraciones con una multiplicidad de empresarios; distintas administraciones o gerencias. Bajo un mismo “techo” los trabajadores laboran para distintos patrones. Obviamente, que los salarios de estos trabajadores son ostensiblemente más bajos que los salarios del empleo formal no precario.

   En Chile se da el caso en que la otra gran actividad exportadora, la fruticultura, la contratación de la fuerza de trabajo es, mayoritariamente, precaria.
 Aquí se da el empleo temporal, estacional.
 Tanto el empleo de subcontratación como el estacional están presentes en el corazón mismo de la economía moderna, en las actividades más estratégicas desde de punto de vista de la exportación, es decir, de la inserción de la economía chilena en la economía mundial. De modo que el empleo formal ha devenido, en parte, en precario.

   Este fenómeno es tan importante que amerita una acuciosa investigación. La legislación contempla la posibilidad de organizar sindicatos con trabajadores eventuales, pero su modo de aproximarse al empleo hace que la organización y acción sindicales sean en extremo dificultosas.
   La economía formal tiene, pues, una primera gran diferenciación. Por un lado, el empleo precario, por otro el empleo formal tradicional. Este último, sin embargo, es sumamente heterogéneo.

5.- La organización y acción sindicales del sector terciario de la economía

   Este sector es bastante diverso. Se trata de los empleados públicos, los empleados administrativos del sector secundario, los que trabajan en los servicios municipales, financieros y privados, y los comerciantes. Cuando se habla de la tendencia a la terciarización de la economía chilena se alude al notable crecimiento del comercio y de los servicios privados.
   La tendencia mundial es que en la PEA civil disminuya la proporción de los empleados en las burocracias públicas, que aumente la burocracia del sector productivo en especial de la industria y, sobre todo, que aumenten los trabajadores en los servicios financieros, en los servicios personales y el comercio establecido. El comercio no establecido pertenece, por regla general, al mundo informal, así como los servicios personales que ofrecen los trabajadores por cuenta propia.
  Ahora bien, la organización del sector terciario de la economía no tiene las características típicas de un sindicalismo “de clase”, es decir, del sindicalismo industrial y minero propio del capitalismo subdesarrollado.
   En muchos países los servicios públicos tienen prohibición legal a sindicalizarse, como es el caso de Chile. En muchos países los sindicatos de la burocracia de las entidades productivas se agrupan en organizaciones diferentes a los trabajadores que en su misma empresa trabajan en la producción. Algunos de ellos son personas de confianza de la gerencia como ocurre en Chile en muchos casos con los trabajadores de la computación.

   Los trabajadores del nuevo sector financiero automatizado, profesionalizado, transnacional, pertenecen por extracción de clase y educación a los estratos superiores de las capas medias, y tienen una visión del mundo y de su trabajo, una cultura, diferente al tradicional trabajador bancario. Estos trabajadores están más orientados a la movilidad social que a “la clase en sí”.
   Por otro lado, las grandes concentraciones de trabajadores del comercio, los de los grandes “malls” -como el Parque Arauco, el Apumanque y otros- no tienen experiencia sindical alguna.
   De modo que la tendencia a la terciarización de la PEA va constituyendo núcleos de trabajadores sin tradición sindical, en ocasiones desinteresados en relación a tal organización y, en todo caso, con valores distantes de cualquier modelo de acción sindical afincado en la tradición de este movimiento.

6.- La organización y acción sindical de los trabajadores pertenecientes al empleo formal propiamente tal

   El movimiento obrero histórico se puede visualizar como un movimiento que tuvo su apogeo y que viene en algunos países en un proceso de decadencia, en tanto factor de transformaciones e incluso de democratización (Véase Alain Touraine; Actores sociales y sistemas políticos en América Latina; Santiago: PREALC-OIT, 1987). Este proceso está vinculado, muy especialmente, con las nuevas realidades del sistema económico internacional, sistema económico abierto, por tanto, con una estrategia de desarrollo que no considera el mercado interno como su elemento principal; donde, por otro lado, las nuevas tecnologías están transformando la relación de trabajo. Un sistema en el cual los países se están especializando según sus ventajas comparativas; donde la producción, la información, los mercados son transnacionales. En este sistema económico, los puntales básicos del movimiento obrero tradicional están en crisis. Tal es el caso, por ejemplo, en Bolivia, Perú y Chile con el sector minero. La minería del salitre y el carbón en Chile, que fueron los sectores de mayor poder del sindicalismo obrero por decenas de años, hoy días están en crisis. Los trabajadores han sido despedidos en su mayoría. El sindicalismo boliviano está estremecido por la crisis de la economía minera y de su organización sindical, que tradicionalmente jugó un papel político central en el país.
   El sector textil que fue tradicionalmente también un sector donde había grandes concentraciones obreras, ha pasado a ser un sector que demanda poca mano de obra, cuando trabaja con nuevas tecnologías en ciertos subsectores y retrasado en otros donde sigue trabajando con viejas tecnologías. Las nuevas tecnologías, por otro lado, colocan mucho énfasis en la capitalización del trabajo en oficinas, en el trabajo de control, en la importancia de la comunicación, en la información, lo cual junto con otros procesos económicos, sin duda, van a ir desplazando, más y más, a la fuerza de trabajo industrial y minera. Todo ello hace del sindicalismo obrero tradicional un movimiento que desde una perspectiva histórica va perdiendo importancia política y social, aunque por momentos aparezca en algunos países como el movimiento mejor organizado, capaz de convocar todavía a amplios sectores de trabajadores como en Argentina e incluso a la sociedad global, como ha sido el caso de Chile con las protestas que comenzaron en mayo de 1983 y tuvieron vigencia hasta 1985. Sin embargo, desde el punto de vista de una perspectiva de largo plazo, el sindicalismo obrero minero e industrial evidentemente se encuentra atacado por distintos procesos económicos y administrativos que lo debilita. Uno de los procesos de administración de la producción que más perjudica al sindicalismo es la forma de contratación, en sectores de la economía de punta. Grandes contingentes de trabajadores pertenecen a empresas contratistas, como se ha dicho anteriormente.
   Se podría imaginar que una manera como el sindicalismo expandiera su radio de influencia fuera la incorporación a su acción del sector informal. Sin embargo, ello no ocurre, no ha ocurrido, y es difícil que ocurra por el hecho fundamental de que en el sistema informal no hay patrones.

   Otro fenómeno que va teniendo cada vez más importancia en varios países de América Latina es que numerosos trabajadores, especialmente en áreas rurales, están encadenados a una relación de producción y financiamiento con grandes financistas que operan en la clandestinidad. Es la economía negra. El hecho es que esa economía clandestina, impide la formación de movimientos u organizaciones tales como los sindicatos. Aunque la economía negra o sumergida -en todo caso ilegal- no está claramente cuantificada en cuanto a la fuerza de trabajo que ocupa, tiene una no despreciable magnitud si se consideran las cifras del P.G.B.

   Toda la exposición realizada hasta aquí ha tenido el propósito de enmarcar los límites cada vez más estrechos en los que se mueve el movimiento sindical y las situaciones políticas que van surgiendo en las nuevas realidades del trabajo en el país. Ello llama a pensar en nuevos tipos de organización y nuevas lógicas de acción social, que no son las del sindicalismo clásico. Estas pueden surgir con fuerza en el proceso de la reconstrucción de la economía post pandemia. Proceso en el cual reclamarían participación y representación ante los poderes locales e intermedios, con lo que se configuraría un nuevo mapa en la realidad de los movimientos sociales.






viernes, 3 de julio de 2020

Angela Jeria buena amiga

Expreso mi profundo pesar y el de mi esposa Emilia por el fallecimiento de Ángela Jeria, compañera de directorios de varios organismos chilenos y de la ONU en favor de los exiliados y retornados al país. Con disciplina y buen ánimo entregó su trabajo voluntario y solidario.

lunes, 1 de junio de 2020

LOS CAMBIOS MÁS SIGNIFICATIVOS A INICIOS DEL SIGLO XXI


                            Manuel Barrera Romero

1.- El avance de la ciencia y la tecnología constituye, sin duda, el rasgo positivo más sobresaliente de las últimas décadas del siglo XX, lo que ha permitido un impulso extraordinario en profundización y propagación en lo que va corrido del siglo XXI, lo que se continuará en lo sucesivo. En efecto, el desarrollo de la tecnología de la información y de las comunicaciones es lo más notable del último cuarto de siglo. Ha sido este desarrollo el que ha permitido ir creando un ámbito comunicacional de alcance mundial que de un modo significativo está cambiando las dimensiones de la vida cotidiana de millones de personas en todo el mundo. Estas tecnologías han provocado una compresión del espacio, a tal punto que las distancias, en muchos aspectos, se han reducido a cero. El acortamiento de las distancias relativiza las diferencias derivadas de ellas. Desaparece la lejanía como grave -a veces definitivo- inconveniente para la comunicación. Si la distancia no es ya más un obstáculo insalvable para la comunicación, entonces, la humanidad ha dado, teóricamente, un paso inmenso en el camino de la constitución de una sociedad integrada. Las nuevas tecnologías no sólo han abolido la dificultad del espacio, sino que ha posibilitado la comunicación casi instantánea y eso es algo realmente sorprendente. Espacio y tiempo han cambiado su relación con el ser humano y la sociedad.
Las nuevas tecnologías no sólo han modificado grandemente la estructura productiva, el ambiente del lugar de trabajo, la calidad de las tareas que se realizan sino también, en una forma menos conocida, la vida cotidiana de los usuarios y las mismas estructuras sociales. En efecto, la rutina diaria de las personas y de los hogares se han modificado bajo la influencia de la televisión y de los teléfonos inteligentes (smartphone) especialmente. Su naturaleza la forma y el contenido de sus mensajes plantea un nuevo modo de aprehender la realidad social por parte de las personas. Esa misma realidad es definida dentro de los marcos que estos artefactos mediáticos imponen. Al convertirse en las principales fuentes de entretención e información casi universal, actúan no sólo como emisoras de mensajes con determinados contenidos, sino que además como mecanismos que influyen en los procesos cognitivos mismos. De ese modo la TV y el smartphone imponen sus condicionantes sobre la vida social. Un ejemplo claro de ello es el notable impacto de la TV sobre la actividad política, cuya naturaleza ha pasado a ser otra cosa a partir del hecho de que la TV comunica a los políticos con los ciudadanos. La política está, actualmente, supeditada en parte importante a la imagen.

Si bien los cambios que las nuevas tecnologías acarrean al interior de la actividad productiva y de vida social, son materia de reflexión y análisis por toda la infraestructura de investigación que gira alrededor de ellas, en nuestro medio, no se ha generado una "masa crítica" de reflexión sobre los cambios que las nuevas tecnologías provocan o ayudan a provocar. No obstante, está claro que las transformaciones se han expandido por todos los ámbitos en que se despliega la actividad humana.

Dos son los escenarios en que actúan las nuevas tecnologías que han resultado estratégicos para penetrar, a partir de ellos, en la naturaleza misma del fenómeno social. Ellos son el hogar y la escuela. Ambos son los agentes principales de la socialización y, por tanto, de la formación de la conciencia de las personas. La televisión, los celulares y las computadoras están cambiando profundamente la vida de las familias. El acontecimiento nacional y el internacional, las imágenes de los ídolos, las series noveladas, los dibujos animados, en verdad todo el mensaje televisivo, la tareas y búsquedas que se realizan a través PC y el intercambio por medio del celular tienen una fuerza de atracción que, favorecida por su bajo costo, penetra en los hogares de modo que coloca a los miembros de comunidades extensas frente a los mismos estímulos, lo que produce una homogeneización cultural a los niveles nacionales e internacionales. La tecnología computacional, por ejemplo, ha tenido un fuerte impacto transformador en la vida escolar, posibilitando ampliar los horizontes culturales de los estudiantes de muy diversas comunidades educativas; de variadas localizaciones culturales, económicas y étnicas. Es posible observar que el mayor cambio se produjo, primero, en la educación superior, en la cual la computación tuvo una temprana penetración, estimulada por la política de las grandes empresas proveedoras de equipos, luego en la educación secundaria y, ahora, cuando las computadoras están en los hogares, en la educación elemental.

El impacto combinado de la televisión y la computación, el correo electrónico y el smartphone, posibilitado por Internet, hace a los individuos y a las familias más centrados en sí mismos, más auto suficientes psicológica y culturalmente, y a la sociedad civil y a la sociedad política menos atractivas y más distantes. Las nuevas tecnologías favorecen el individualismo, el aislamiento de las personas respecto de sus comunidades inmediatas y la fragmentación social, en la misma medida que colocan al individuo ante un horizonte espacial global. Algunos postulan que ellas han provocado una pérdida de "capital social", es decir, de los rasgos esenciales de la organización social: de sus normas, de la confianza mutua y de las redes que mejoran la eficiencia de la sociedad al facilitar sus acciones de coordinación y solidaridad.
 Sin embargo, hay que señalar que el futuro tecnológico nos depara grandes sorpresas. Es lo que postula el historiador israelí y “best seller” (superventas) internacional, Chile incluido, Yuval Noah Harari. (Véase Homo Deus, subtítulo Breve historia del mañana. Santiago: Penguin Ramdom House Grupo Editorial, S.A. 2016) y 21 lecciones para el siglo XXI. Santiago: misma editorial; 2018)

Seguirá con el número 2 en otra entrada

viernes, 8 de mayo de 2020

El ingreso básico universal e incondicional



                                                            
En el mes de enero recién pasado el expresidente Ricardo Lagos ha mencionado, por la prensa, dos veces al ingreso básico como un tema a discutir. Respondiendo a ese estímulo nos proponemos en este artículo definir el concepto y hacer algunas referencias al interés que a nivel internacional ha suscitado esta propuesta.

Se entiende por ingreso básico a un pago periódico en efectivo entregado incondicionalmente a todos de manera individual, sin los requisitos de probar los bienes que se poseen o el trabajo que se realiza. 
Es decir, el ingreso básico tiene las siguientes cinco características en su formulación más completa:

1.   Periódico: se paga a intervalos regulares (por ejemplo, todos los meses), no como una subvención única.
2.    Pago en efectivo: se paga en un medio de cambio apropiado, lo que permite a quienes lo reciben decidir en qué lo gastan. Por lo tanto, no se paga en especie (como alimentos o servicios) o en cupones dedicados a un uso específico.
3.    Individual: se paga de forma individual, y no, por ejemplo, a los hogares.
4.    Universal: se paga a todos, sin prueba de bienes poseídos.
5.    Incondicional: se paga sin el requisito de trabajar o demostrar la voluntad de trabajar.
Varias propuestas distintas sobre el ingreso básico están circulando hoy. Difieren en algunas de sus dimensiones por ej. en la periodicidad del pago, en los montos del ingreso básico, en la fuente de financiamiento, en la naturaleza y el tamaño de las reducciones de otras transferencias que podrían acompañarlo, si fuese el caso. Quizás la distinción más importante de estas propuestas sea entre el "ingreso básico completo" y el "ingreso básico parcial". Los partidarios del primero aducen que de ese modo no solo se termina con la persistente pobreza, sino que además se estimula la participación social y cultural de cada individuo. Otra ventaja: el “ingreso básico completo” disminuye los costos administrativos que implican los sistemas de protección social existentes, algunos de los cuales se eliminan. Los partidarios del "ingreso básico parcial" aducen las ventajas de avanzar paulatinamente hacia la meta del "ingreso básico completo", a fin de tener claridad sobre los efectos positivos y negativos de esta política. Mientras tanto, se complementa el ingreso recibido con los sistemas de protección existentes.     

miércoles, 22 de abril de 2020

Carta a la Presidenta de BIEN


Manuel Barrera R. mbarreraromero@gmail.com

14:21 (hace 30 minutos)


para Louise
Estimada Luisa.
Sin duda la paldemia del coronavirus pone en un lugar destacado de las políticas públicas las ideas que informan a BIEN(sigla en inglés de Basic Income Earth Network). En Chile como en todos los países de América Latina millones de trabajadores han quedado sin trabajo y, por ende, en manos de políticas estatales para subsistir. Yo trato de promover la lectura del libro de Rutger Bregman “Utopías para realistas” publicado en castellano por la editorial “Ediciones Salamandra” de Barcelona, España.
Deseando que tú y familia estén bien de salud te saluda cordialmente,

Manuel Barrera Romero
http://chilehaciadondevas.

viernes, 6 de marzo de 2020

El inicio de mi autobiografía


                  Reflexiones preliminares

  Empiezo a escribir este relato autobiográfico a los 81 años de mi edad, en el año 2013. El cuándo lo vaya a terminar no lo sé, ni tampoco si ello va a ocurrir. En la etapa final de la vida poco nuevo se puede agregar a lo ya vivido, salvo el sentimiento que se experimenta al mirar el tiempo transcurrido con sus variados y multicolores sucesos. Una mirada gruesa ya que los detalles finos se aparcaron en una zona algo oscura de la memoria. Dado que el pasado no es más que el presente ausente, se colige que hay un pasado que el presente, quizás, no recupera. Escribir una autobiografía a estas alturas de la vida y sin haber tomado la precaución de llevar un diario de vida es limitante. Sin embargo, habiendo ya escrito un buen poco en la adultez, no se puede decir que inicio esta iniciativa ab nihilo, desde la nada.

Al comienzo del libro autobiográfico De Senectute, Norberto Bobbio, el filósofo del derecho turinense, escribe: “Leo en el Diario Italiano 1840-41 de John Ruskin, con fecha 28 de diciembre de 1840: “Es muy fastidioso llevar un diario, aunque también una delicia haberlo llevado”. Durante toda mi vida siempre eludí ese fastidio. Pero ahora que soy viejo no puedo disfrutar de la ‘gran delicia’ de utilizarlo” (Taurus; 1996; p.7).
Pues bien, a mí me pasó lo mismo que al famoso profesor de Turín: que no hice anotaciones sobre lo que vivía y siento que ahora me faltan. Ello, aunque supe de varias personas que sí llevaban su diario de vida, con especial celo y disciplina. El que fuera mi profesor de Introducción a la Filosofía, Luis Oyarzún Peña, escribió el Diario más importante de la literatura chilena. Un estudioso de los “géneros referenciales” (la carta, la crónica urbana y el diario íntimo) anota que Oyarzún tuvo “Una constancia sin paralelo en la producción diarística latinoamericana…y que, en Europa, sólo podría comparársela con la continuidad y constancia de Amiel” (Leonidas Morales T.; Crítica de la vida cotidiana chilena; Santiago: Editorial Cuarto Propio; 2012; p. 127). Bueno, yo no lo hice y ahora sufro las consecuencias de ese descuido. Dificulto, sin embargo, que esta actividad tenga actualmente los cultores que tuvo tiempo atrás. Al parecer tampoco los diarios de viajes se cultivan como antes, a pesar del aumento exponencial de los viajeros. Diarios de vida y diarios de viajes no se avienen, al parecer, con esta época en que el tránsito es veloz y la cantidad de lo mirado (y fotografiado) es más importante que su contemplación y la reflexión consiguiente.   
De modo que debo depender del presente tanto para mirar el largo pasado como el corto futuro. ¿Existe un futuro a esta edad, en esta sociedad, en esta familia?; ¿cómo definir ese futuro? Para mí existiría un tal futuro si ocurriesen sucesos diferentes a los actos repetitivos en los que consiste la vida cotidiana del adulto mayor. Quizás esos sucesos sean vivencias psicológicas inéditas que vayan apareciendo en el proceso de pensar y repensar la vida que le tocó vivir al que emprende la iniciativa de escribir sobre su propia vida, este viaje al interior de sí mismo. Existe un dicho berlinés que explicita una actitud escéptica acerca de este periplo:
“Hombre, acércate a ti mismo. Ya estuve ahí y no pasa nada”.
Al comprometerme con esta empresa mi vida se anima al mismo tiempo que se inquieta por saber que es corto el tiempo que queda para terminar este aventurado e inquietante empeño. En ese sentido creo que, aunque la realidad va acotando y achicando y escaseando las oportunidades de vida del viejo, su subjetividad puede depararle un futuro a costa precisamente de reflexionar sobre su pasado.  En todo caso un futuro imaginario, de corto plazo, con el horizonte cercano que, sin embargo, estimula el recuento y la reflexión. Y esas vivencias pueden ser no sólo inquietantes sino, también dramáticas, de un dramatismo al interior de la conciencia. En contraste la vida real es, como ocurre con frecuencia, repetitiva y vulgar, casi insignificante. Esas vidas ya poco le importan a la sociedad. Sólo, y con suerte, importan a los pocos seres queridos que están cerca. En mi caso ellos son cada vez menos. En la vejez el riesgo de la insignificancia es, para la mayoría de los mortales, ineludible.
Es preciso, además, tener conciencia de que al mirar lo que fue el curso de la vida desde el hoy es correr el riesgo de ser víctima del sesgo de la selectividad de la memoria. Ella elige y desecha según sus propias leyes, independiente de la voluntad del yo. Todo el relato de lo acontecido tiene, por tanto, más que la certeza de su realidad pasada, la certeza de su actual vivencia. El escritor irlandés contemporáneo John Banville afirma que “la imaginación es otro nombre para la memoria” y que “Madam Memory es una gran y sutil disimuladora” (Entrevista publicada en El Mercurio; Santiago: 8 de diciembre, 2013, p. E 13). Yo que tengo escasa imaginación literaria no necesito precaverme de Madam Memory.    
Si la percepción de mi pasado depende de mi memoria actual, ¿cómo se constituyen y relacionan pasado subjetivo y memoria presente? En este respecto me parece apropiado, como contexto amplio, lo expresado por San Agustín:
“Lo que ahora se me aparece claro y evidente es que ni el futuro ni el pasado `son’. Impropiamente, pues, decimos: los tiempos son tres: pretérito, presente y futuro. Con mayor propiedad se diría acaso: los tiempos son tres: presente del pasado, presente del presente, presente del futuro. Estas tres modalidades están en el alma; en otra parte no las veo.” (San Agustín; Confesiones; Madrid: Aguilar, S. A.; Ediciones, 1952. Traducción de Lorenzo Riber; pp. 593-594). Ello obligaría, por tanto, a distinguir nuestro pasado de los recuerdos del mismo, si es que eso fuese posible.
Por lo demás, el arrollador avance tecnológico de nuestros días nos ha acostumbrado a vivir en la instantaneidad y la inmediatez. En efecto, Internet es un instrumento y un espacio en el que solo existe el presente. Todo lo que está en la red es co presente. Yo que escribo estas líneas en mi MacBook y, de viejo, he devenido en bloguero aficionado y, además, opino en twitter convivo, por tanto, con ese co presente.
A estas alturas de mi reflexión puedo decir con propiedad que soy el que he sido y que ese es mi presente del pasado, según la visión del Obispo de Hipona.  Antes yo decía “yo soy el que soy”, dado que mi nombre es Manuel, que viene del hebreo y significa “Dios está con nosotros”. La Biblia dice que Dios le dijo a Moisés: “yo soy el que soy”, que sería otra forma de expresar su identidad. Pero hoy esa expresión ha perdido, para mí, substancia porque, según lo dicho quién soy hoy día, en esta edad provecta, es el recuerdo que guardo en algún lugar de la conciencia (¿alma?) de aquello que fui. Para mi vida interior lo que soy ahora carece de relevancia frente al pasado, lo que no deja de ser penoso, por supuesto, ya que refleja un agotamiento del entusiasmo por el futuro, que constituyó una meta esencial en otros tiempos. El sentido de propulsión hacia adelante, hacia caminos que quedan por recorrer pierde fuerza a favor de la actitud apacible y también de la preferencia por lo repetitivo cotidiano. El anciano prefiere la cultura del “revival” a la cultura utópica de nuevos mundos imaginarios, sea en el arte o en el trato con los nuevos artefactos del diario vivir. Sólo una minoría utiliza dispositivos digitales, a pesar de que tal tecnología tiene un gesto hacia la realidad del viejo. En efecto, ella permite guardar las experiencias del ayer y del presente por medio de la escritura, gozar de la música y usar la fotografía para sustentar sus vivencias estéticas. Además, estar en comunicación rápida con sus amistades geográficamente cercanas o lejanas. Todo ello sin moverse de su vivienda lo que para el adulto mayor es esencial.  Internet es o puede ser para él un verdadero repositorio de sentimientos, de momentos entrañables, de sensaciones que enriquecerán las nostalgias futuras. Internet es, como las grandes bibliotecas del mundo, un inmenso archivo, y a la vez un soporte de la vida cotidiana. Todo esto existe en potencia. Es una posibilidad.   
Como a esta edad el asunto del vivir es algo netamente personal, la actualización de aquello potencial depende de cada cual. Al viejo la sociedad lo olvidó, las amistades de entonces, si acaso, están sobreviviendo por caminos diversos y privados. En cuanto a la familia consanguínea los mayores ya se fueron; otros, los de la misma generación, padecen los mismos rigores de la edad que uno. En cuanto a los hijos están ocupados con sus vidas, sus obligaciones (los hijos propios, la pareja, el trabajo), sus alegrías, sus frustraciones.  Crecidos en una época que endiosó el dinero y los bienes materiales están más ocupados que lo que estuvimos nosotros en esos afanes. En nuestra cultura el adulto mayor es privatizado por la sociedad. Su vida tiene sentido más allá de sí mismo, es decir, de sus recuerdos y de lo que uno haga con ellos, sólo si lo acompaña un sentimiento amoroso de pareja, de familia, de identidad de grupo, por pequeño que sea.  Por desgracia, pocos son favorecidos por esa varita mágica.
 Volviendo al Yo también podría decir desde un sentimiento nostálgico/realista, que a veces invade mi espíritu, yo soy apenas el tiempo que me queda. Sin embargo, trato de eliminar esta perspectiva ya que la naturaleza de este esfuerzo autobiográfico consiste, en lo principal, en examinar el trayecto ya recorrido y no lo poco que falta por recorrer. Y el esforzarse por prolongar lo que queda al máximo posible. Marcel Proust lo hizo magistralmente como autor de su notable “À la recherche du temps perdu” Tiempo perdido no en el sentido de malgastado sino del tiempo ido aquél que ya no volverá. La autobiografía es un esfuerzo en cuanto es búsqueda presente de un pasado ausente.  Lo considero una responsabilidad indeclinable. El primer deber del adulto mayor es, pues, vivir (aunque cueste) y no echarse a morir, aunque eso sea lo más cómodo. 
En el juego del presente con el pasado acojo la afirmación de Javier Cercas, escritor español, cuando dice en línea con San Agustín que:
“Quizás la historia apareció en ese momento porque ya tenía 39 años. Es decir, yo tenía también una historia, empecé a ser un hombre con pasado, porque a los 25 años no tienes pasado. Ahí descubrí que el pasado es una dimensión del presente, no algo que está fuera, archivado. Sin el pasado no comprendes lo que sucede ahora, porque el pasado no pasa nunca. Como decía Faulkner, ni siquiera es pasado. Los libros que yo escribo desde entonces hablan de ese presente ampliado. (Entrevista en El Mercurio: 5 mayo 2013; p. E 13)
Sí, nuestro pasado es irrenunciable e irremediable. Sí, el pasado no pasa nunca y nunca ocurre de nuevo. Y en estos días algo del pasado, es decir sus recuerdos se me imponen con fuerza a fuer de balances en horas insomnes. Pienso y repienso de lo que no resultó, sobre lo que podría haber sido mejor; sobre las oportunidades perdidas, sobre los errores cometidos. En todo orden de cosas, desde las oportunidades laborales y económicas perdidas hasta la calidad de la vida sentimental y sexual. Desde la familia constituida o fracasada hasta las relaciones de amistad o la pertenencia a entidades sociales.   Es mi pensamiento espontáneo. Cuando es deliberado entonces pienso, además, en los éxitos, las satisfacciones, los aportes realizados. Con todo, entiendo el consejo de Pablo Picasso:
“No sucumbas a la añoranza. Sal a la calle. Ve a una ciudad vecina, a un país extranjero, pero… ¡no viajes al pasado que duele!”.
El dilema es que en la empresa que me he propuesto necesito ir al pasado y tratar de que no duela. ¿Será posible?
Este intento autobiográfico comenzó cuando meses atrás terminé de escribir un relato sobre mi trayectoria escolar, como un homenaje a Blanquita, mi querida madre. Ello me dio la idea y el ímpetu de una tarea más ambiciosa. He pensado que esa trayectoria podría constituirse en el segundo capítulo, seguido, luego, por la trayectoria profesional en la cual he estado trabajando paralelamente a éste. De modo que esta lectura, escrita después del eventual segundo capítulo, sería el primero en el texto final. ¿Está claro? El (des)orden de los factores no altera el producto.
Al finalizar el relato Mi trayectoria escolar: desde la escuela rural adelante, 98 páginas de mi MacBook, lo publiqué en uno de mis blogs. Una parte de él, la relativa a mi paso por el antiguo Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, hoy inexistente, fue ya publicado, como lo señalaré enseguida.
Parecía cómodo, más rápido, menos pesado, y menos dramático que, luego de la escolar, continuara y terminara con la redacción de mi trayectoria laboral. Sin embargo, he desestimado ese atajo ya que con ello eludiría el contexto vital en que dicha trayectoria se dio. De modo que me propongo enfrentar el intento de una autobiografía donde la formación educacional y lo laboral serán parte importante, pero no el todo. Ya de aquel relato escolar algún amigo, que tuvo la bondad de leerlo, coligió que se trataba de una autobiografía incompleta, lo que me estimuló a completarla. A petición de un editor con el cual colaboro con artículos, quién leyó el texto, acepté que   la parte que se refiere a mi formación como Profesor de Filosofía se publicara en la “Revista Ensayos Pedagógicos” de la Universidad Nacional de Costa Rica.  Al término de los recuerdos escolares dejé de escribir. Retomar este empeño me costó dudas, primero, esfuerzo, después. ¿Por qué? Simplemente, porque abordar la empresa de una autobiografía a estas alturas de la vida se hace cuesta arriba a cualquier sujeto normal (o casi) por más que en su vida activa profesional haya escrito libros, artículos en revistas científicas y columnas en periódicos.
Sólo en pensar en el intento autobiográfico comenzaron a removerse emociones muy profundas para lo cual había que estar más preparado emocionalmente que para relatar la trayectoria escolar que, en general, tocaba aspectos más objetivos de la experiencia vital. Y, al parecer, yo desde el punto de vista emocional me encontraba sin las fortalezas que tenía cuando acontecieron los eventos principales de una vida asaz accidentada tanto en lo familiar como en lo sentimental, económico y laboral.
Mientras más viejo más débil más expuesto a las dificultades del diario vivir. La autobiografía es territorio subjetivo. Mi experiencia como redactor de libros y artículos científicos se refiere más bien al campo de lo objetivo, que es una meta que todo cientista social debe tratar de lograr, aunque frecuentemente no lo haga. Él está más propenso que el investigador de las ciencias duras a contaminarse con los valores, preconcepciones e ideologías de su medio social y de su personal inserción en la cultura de ese medio y en la misma estructura social. La autobiografía requiere de un esfuerzo de profundización en la memoria. No existe el auxilio de las bibliografías sobre las materias a enfocar. Nadie ha escrito la autobiografía de uno, nadie más que uno podría hacerlo. Cosa distinta es escribir la biografía de otro. Ese es un desafío tanto de penetración psicológica, como de investigación y de habilidad literaria. No tiene la densidad emocional que tiene la autobiografía que es la biografía de sí mismo.
Bueno sería poder guiarse en el relato autobiográfico por la máxima de Don Miguel de Unamuno: “piensa el sentimiento, siente el pensamiento”. Si entiendo bien al ilustre Rector de Salamanca habría que esforzarse por realizar un fuerte ejercicio de introspección. Desde la partida confieso que será imposible rescatar desde el fondo de la memoria el sentimiento que tenía cuando ocurrieron las cosas que empezaron a ocurrir en la adolescencia y que continuaron en la adultez y, luego. en la madurez. Por el otro lado, ¿cómo recordar lo que pensaba, si es que lo hacía, cuando el sentimiento de soledad me embargaba en el internado de la infancia?  Sin embargo, siento la obligación de tratar de imaginarme lo uno y lo otro ahora cuando describa el curso de los acontecimientos. Si tenga éxito sólo se sabrá al final de este atrevido y, al comienzo de estas letras, vacilante intento. Por tanto, me hago el propósito de poner, como diría un español, el hilo en la aguja.
El corpus de este escrito está constituido por las diversas etapas de mi formación, por los avatares de la vida personal y de la familiar.

lunes, 13 de enero de 2020

Política pública para Adultos Mayores


                                    
Los cambios demográficos experimentado por el país han promovido una especial preocupación de autoridades y opinión pública por diseñar una política hacia los Adultos Mayores (AM). La población en general, mayor de 18 años, plantea sentir mucho o bastante temor a no tener suficiente dinero para afrontar la vejez. Así lo hace el 73% de los encuestados. El 82% de ellos expresa semejante temor ante no poder pagar una cuenta médica en caso de una enfermedad grave. (Véase encuesta Bicentenario de la Pontificia Universidad Católica, tomada entre julio y septiembre de 2019). En lo que sigue nuestra intención es señalar algunas ideas que parecen indispensables considerar en una política pública sobre los AM.

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