El autor Jeremy Seabrook en " The Race for Richess:the Human Costs of Wealth", Basingstoke, Marshall Pickering, 1988, pp. 168-169 dice:
"Los pobres no viven en una cultura diferente de la de los ricos. Deben vivir en el mismo mundo creado para beneficio de los que tienen dinero. Y su pobreza es agravada tanto por el crecimiento económico como por la recesión y la falta de crecimiento."
Zygmunt Bauman en su interesante obra "La modernidad líquida", Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica de Argentina S.A.; 2002; p. 95 comenta sobre este texto que:
"En una sociedad sinóptica de adictos compradores/espectadores, los pobres no pueden desviar los ojos: no tienen hacia donde desviarlos. Cuanto mayor es la libertad de la pantalla y más seductora es la tentación que provocan las vidrieras, tanto más profunda se vuelve la sensación de empobrecimiento de la realidad, tanto más sobrecogedor se vuelve el deseo de saborear, aunque sea por un momento, el éxtasis de elegir. Cuanto más numerosas parecen ser las opciones de los ricos, tanto menos soportable resulta para todos una vida sin capacidad de elegir."
¿Podría alguien negar que el incremento de las desigualdades es una de las causas del aumento de la delincuencia?