Las
transformaciones que ha experimentado el capitalismo maduro han configurado lo
que algunos autores han caracterizado como una nueva modalidad de acumulación.
Esta modalidad de acumulación determina una nueva forma de inserción de los
países periféricos en el sistema, la que tiene su expresión más manifiesta en
la estructuración de renovadas formas de dependencia, cambios en la división
internacional del trabajo, y transformación de los mecanismos de generación y
de traspaso de apropiación del excedente.
El rasgo más característico de esta nueva
modalidad de acumulación es la exclusión de los sectores sociales que no puede
integrar, liberando para acumulación los excedentes que en otras condiciones
estarían destinados a la reproducción de estos sectores. Por otro lado, la
exclusión del sistema se instrumentaliza principalmente mediante la provocación
de importantes transformaciones del mercado de trabajo lo cual, por otro lado,
va a cambiar significativamente la base material del movimiento de
trabajadores. Con ello la nueva modalidad de acumulación ha resuelto la
generación de nuevas fuentes para financiar las ganancias del capital, y
configurado al interior del esquema de relaciones sociales nuevos mecanismos de
regulación de conflictos, en especial del conflicto laboral de los sectores
integrados al sistema bajo la forma de vendedores de su fuerza de trabajo.
En efecto, la división internacional del
trabajo se organiza ahora en torno a una nueva estructura internacional de
producción y distribución. Es el capitalismo transnacional.
Las
empresas transnacionales localizan su inversión en un sector cada vez más
pequeño de ramas y subramas industriales y agroindustriales definidas en
función de las condiciones previas de concentración económica, del
aprovechamiento de ventajas comparativas en relación a los recursos naturales,
del grado de desarrollo de las diferentes ramas industriales, de la
calificación relativa de la fuerza de trabajo, provocando una marcada
segmentación al interior de la estructura productiva interna y redefiniendo con
ello, de una nueva manera el fenómeno que el pensamiento económico
latinoamericano caracterizó como “heterogeneidad estructural”.
El desarrollo capitalista concentrado y
centralizado en segmentos puntuales de las estructuras productivas internas
abre un amplio espacio para el desarrollo de lo que se ha llamado las
“economías sumergidas” o “informales”. Este espacio económico se constituye
finalmente en la única alternativa de reproducción de la mano de obra que el
proceso de “modernización capitalista” margina.
Forman parte importante de este fenómeno,
por ejemplo, las presiones que ejercen estos sectores marginados por abrir
espacios al interior de los segmentos del mercado de trabajo de las actividades
que lideran la expresión capitalista. El efecto de ello es la creación de
condiciones para que los propios empleos generados en el sector formal sufran
un sostenido proceso de precarización.
La negación del capitalismo a asumir el
costo de una fracción importante de mano de obra “disponible”, el deterioro de
los salarios y condiciones de trabajo de los activos (por debajo del límite de
subsistencia en muchos casos) contribuye a desviar una parte significativa del
producto excedente que el factor trabajo no se apropia, a satisfacer
exitosamente los requerimientos de capital que demanda la nueva modalidad de acumulación
capitalista.
De esta forma la destrucción del poder
sindical de los trabajadores como efecto de una cesantía sobredimensionada, el
miedo al despido de los activos y la precarización del vínculo contractual a su
fuente de trabajo, les impide el hacer uso de su libertad como propietarios de
la fuerza de trabajo. Concebidos tales factores, como prerrequisitos para la
regulación del conflicto se erigen en tendencias estructurales de esta nueva
modalidad de acumulación capitalista.
Las diversas lógicas de
organización y acción sociales
De lo anterior se deduce que los
trabajadores son heterogéneos en cuanto a la calidad de su empleo y en cuanto a
su aproximación a tal empleo. La articulación de la economía mundial y de la
economía nacional arroja a lo menos cinco tendencias que experimenta la clase
trabajadora en su inserción laboral: la informalidad, la exclusión, el empleo
precario, la terciarización, el empleo formal propiamente tal. Cada una de
ellas supone una lógica de organización y acción sindicales o sociales (según
sea el caso) diferentes. Enseguida se hará referencia a estas situaciones.
1.- El sector informal urbano
La fuerza laboral del sector informal urbano
se compone de los ocupados en empresas pequeñas no modernas y de trabajadores
independientes, con exclusión de los profesionales y técnicos, y de los
trabajadores del servicio doméstico. Su caracterización plantea una oposición
entre la gran industria y los talleres y actividades artesanales; entre el gran
o mediano comercio y el comercio local que utiliza el trabajo del dueño de
tienda y de los miembros de su familia, aunque lo más visible es el trabajo de los
comerciantes callejeros.
Las relaciones que existen en Chile entre el
sindicalismo y el sector informal de la economía urbana son muy marginales. El
tema de la organización sindical del sector informal es de alta relevancia toda
vez que su número es cada vez mayor, calculándose que en Santiago un tercio de
la Población Económicamente Activa (PEA), pertenece a él.
Entre los trabajadores del “sector informal
urbano” se puede diferenciar respecto de las categorías con que se inicia este
párrafo a los comerciantes ambulantes, los que son relativamente nuevos en el
escenario de las grandes ciudades de América Latina, a lo menos en cuanto a su
dimensión numérica alcanzada en las últimas décadas. Por su cantidad han
cobrado importancia económica, por sus lazos con la economía formal constituyen
una condición híbrida, por su lucha permanente con la policía y los municipios
metropolitanos son una excepción de combatividad en el sector informal. Sin
embargo, no tienen una organización parecida a la sindical y, en la mayoría de
las ciudades, no tienen ninguna. Poseen un potencial de rebeldía indudable, aunque
su canalización política es impredecible. En las grandes revueltas que se
suceden de tiempo en tiempo en las capitales de los países de la región es muy
posible que aporten la violencia, el “pillaje”, el enfrentamiento con la
policía.
El numeroso “sector informal urbano” no
tiene posibilidades de constituirse en un sector organizado sindicalmente, tal
como ha sido entendida esta organización en Chile a través de su historia. Ello
no quiere decir que la organización de este sector sea vedada por la ley o que
no pueda constituir organizaciones de otro tipo o que el conjunto del sector o
partes de él estén imposibilitados de adquirir una conciencia social o política
que pueda generar necesidades de organización y/o movilización de importancia.
2.- La aparición de un nuevo actor
social: los desempleados excluidos del sector formal y los marginados del
sector informal
Se visualiza cada vez más claramente el hecho de que el contingente de
fuerza de trabajo que está siendo desplazado de la economía ayuda a la
conformación de un nuevo sector social: los pobladores cesantes o excluidos.
Sus organizaciones son de dos tipos, una es de defensa del conjunto de una población;
en las que tienen grados de influencia los partidos políticos. Otro tipo de
organización que está surgiendo entre ellos es la de sobrevivencia, la que se
basa en el concepto de cooperación mutua y que integra a un sinnúmero de
pobladores, hombres, mujeres, jóvenes, niños bajo el signo de una estrategia
para la sobrevivencia.
Estas organizaciones de sobrevivencia no
forman parte del sector informal tradicional de la economía porque más que
empresas o talleres artesanales son instituciones de ayuda mutua, son gérmenes
de solidaridad económica, moral, humana y ellas forman una nueva realidad en el
mapa general de la marginalidad social.
3.- La vida política de los nuevos
sectores subalternos: los excluidos y el sector informal
Un tema de relevancia en la
relación entre los trabajadores excluidos y la vida política de los sectores
populares y su comparación con la acción de los informales.
Los trabajadores informales realizan menos
acción y tienen menos formación política que los trabajadores excluidos. Es
decir, cesantes, trabajadores de programas de subsidios al desempleo tienen una
visualización política mayor que los informales. Primero, por su propia
creatividad los desempleados fueron organizando tipos diversos de
organizaciones económicas solidarias, ayudados por las numerosas instituciones
de apoyo a la extrema pobreza. La Iglesia se esforzó en posibilitar estos
agrupamientos. Luego, el mismo Estado, en varios países, ha procurado que estos
trabajadores cesantes organicen microempresas. Es decir, que estos trabajadores
cesantes puedan de algún modo convertirse en trabajadores informales. Ello no
ha sido así, sin embargo. La experiencia indica que para garantizar la
permanencia en la producción de estas microempresas se requiere de un apoyo
externo a ellas mismas. Por otro lado, trabajadores excluidos han formado en algunas
partes sindicatos en los programas de subsidio al desempleo manejados por el
Estado.
Es relevante para la realidad social de
estos días en América Latina el tema de la organización y la acción de los
sectores desempleados y excluidos y sus vínculos con el movimiento de los
pobladores, la política y el sindicalismo.
Los sectores poblacionales activos son más
radicales que los sindicalizados. La existencia de grupos absolutamente
desesperanzados es una manifestación extrema de las conductas de estos nuevos
actores sociales. Tales conductas no las encontraremos entre los trabajadores
informales tradicionales, donde no se conocen movimientos sociales o actos de
rebeldía franca.
Por el contrario, existe un nexo entre
organizaciones de pobladores y el sindicalismo, aunque la relación sea difícil.
Ellos pueden concertar algunas reivindicaciones económicas sociales de carácter
general, las que pueden ser acogidas por las organizaciones a las cuales
pertenecen. No se puede afirmar que exista en potencia un nuevo movimiento
social. El mundo poblacional es confuso, con objetivos pocos claros, con una
diversidad de estrategias.
4.- El empleo precario y el
sindicalismo eventual
Un tema poco estudiado en profundidad,
aunque de extensión conocida es el empleo precario. Se alude con este concepto
a un tipo de empleo que aparece en el sector formal de la economía. En Chile
este tipo de empleo ha llegado inclusive a las grandes minas del cobre. La
forma que ha tomado es la proliferación de empresas contratistas, las que
realizan actividades de todo tipo con trabajadores que ellas contratan. Por
tanto, estos trabajadores no pertenecen a la empresa minera sino a otras; por
lo que se les llama trabajadores “subcontratados”.
Naturalmente que el estatus jurídico laboral
de los subcontratados es muy diferente al de sus compañeros contratados por la
empresa minera. Tienen contratos a plazo fijo generalmente por un corto
periodo, su organización sindical es sumamente dificultosa, aunque es
legalmente posible. En general, no están bajo régimen de la negociación
colectiva. En una sola mina (El Teniente) se han detectado más de 200 empresas
contratistas que emplean casi 8.000 trabajadores. Por tanto, éstos tienen que
acordar sus condiciones de trabajo y remuneraciones con una multiplicidad de
empresarios; distintas administraciones o gerencias. Bajo un mismo “techo” los
trabajadores laboran para distintos patrones. Obviamente, que los salarios de
estos trabajadores son ostensiblemente más bajos que los salarios del empleo
formal no precario.
En Chile se da el caso en que la otra gran
actividad exportadora, la fruticultura, la contratación de la fuerza de trabajo
es, mayoritariamente, precaria.
Aquí se da el empleo temporal, estacional.
Tanto el empleo de subcontratación como el
estacional están presentes en el corazón mismo de la economía moderna, en las
actividades más estratégicas desde de punto de vista de la exportación, es
decir, de la inserción de la economía chilena en la economía mundial. De modo
que el empleo formal ha devenido, en parte, en precario.
Este fenómeno es tan importante que amerita
una acuciosa investigación. La legislación contempla la posibilidad de
organizar sindicatos con trabajadores eventuales, pero su modo de aproximarse
al empleo hace que la organización y acción sindicales sean en extremo
dificultosas.
La economía formal tiene, pues, una primera
gran diferenciación. Por un lado, el empleo precario, por otro el empleo formal
tradicional. Este último, sin embargo, es sumamente heterogéneo.
5.- La organización y acción
sindicales del sector terciario de la economía
Este sector es bastante diverso. Se trata de
los empleados públicos, los empleados administrativos del sector secundario,
los que trabajan en los servicios municipales, financieros y privados, y los
comerciantes. Cuando se habla de la tendencia a la terciarización de la
economía chilena se alude al notable crecimiento del comercio y de los
servicios privados.
La tendencia mundial es que en la PEA civil
disminuya la proporción de los empleados en las burocracias públicas, que
aumente la burocracia del sector productivo en especial de la industria y,
sobre todo, que aumenten los trabajadores en los servicios financieros, en los
servicios personales y el comercio establecido. El comercio no establecido
pertenece, por regla general, al mundo informal, así como los servicios
personales que ofrecen los trabajadores por cuenta propia.
Ahora bien, la organización del sector
terciario de la economía no tiene las características típicas de un
sindicalismo “de clase”, es decir, del sindicalismo industrial y minero propio
del capitalismo subdesarrollado.
En muchos países los servicios públicos
tienen prohibición legal a sindicalizarse, como es el caso de Chile. En muchos
países los sindicatos de la burocracia de las entidades productivas se agrupan
en organizaciones diferentes a los trabajadores que en su misma empresa
trabajan en la producción. Algunos de ellos son personas de confianza de la
gerencia como ocurre en Chile en muchos casos con los trabajadores de la
computación.
Los trabajadores del nuevo sector financiero
automatizado, profesionalizado, transnacional, pertenecen por extracción de
clase y educación a los estratos superiores de las capas medias, y tienen una
visión del mundo y de su trabajo, una cultura, diferente al tradicional
trabajador bancario. Estos trabajadores están más orientados a la movilidad
social que a “la clase en sí”.
Por otro lado, las grandes concentraciones
de trabajadores del comercio, los de los grandes “malls” -como el Parque Arauco,
el Apumanque y otros- no tienen experiencia sindical alguna.
De modo que la tendencia a la terciarización
de la PEA va constituyendo núcleos de trabajadores sin tradición sindical, en
ocasiones desinteresados en relación a tal organización y, en todo caso, con
valores distantes de cualquier modelo de acción sindical afincado en la
tradición de este movimiento.
6.- La organización y acción
sindical de los trabajadores pertenecientes al empleo formal propiamente tal
El movimiento obrero histórico se
puede visualizar como un movimiento que tuvo su apogeo y que viene en algunos
países en un proceso de decadencia, en tanto factor de transformaciones e
incluso de democratización (Véase Alain Touraine; Actores sociales y sistemas políticos en América Latina; Santiago:
PREALC-OIT, 1987). Este proceso está vinculado, muy especialmente, con las
nuevas realidades del sistema económico internacional, sistema económico
abierto, por tanto, con una estrategia de desarrollo que no considera el
mercado interno como su elemento principal; donde, por otro lado, las nuevas
tecnologías están transformando la relación de trabajo. Un sistema en el cual
los países se están especializando según sus ventajas comparativas; donde la
producción, la información, los mercados son transnacionales. En este sistema
económico, los puntales básicos del movimiento obrero tradicional están en
crisis. Tal es el caso, por ejemplo, en Bolivia, Perú y Chile con el sector
minero. La minería del salitre y el carbón en Chile, que fueron los sectores de
mayor poder del sindicalismo obrero por decenas de años, hoy días están en
crisis. Los trabajadores han sido despedidos en su mayoría. El sindicalismo
boliviano está estremecido por la crisis de la economía minera y de su
organización sindical, que tradicionalmente jugó un papel político central en
el país.
El sector textil que fue tradicionalmente
también un sector donde había grandes concentraciones obreras, ha pasado a ser
un sector que demanda poca mano de obra, cuando trabaja con nuevas tecnologías
en ciertos subsectores y retrasado en otros donde sigue trabajando con viejas
tecnologías. Las nuevas tecnologías, por otro lado, colocan mucho énfasis en la
capitalización del trabajo en oficinas, en el trabajo de control, en la
importancia de la comunicación, en la información, lo cual junto con otros
procesos económicos, sin duda, van a ir desplazando, más y más, a la fuerza de
trabajo industrial y minera. Todo ello hace del sindicalismo obrero tradicional
un movimiento que desde una perspectiva histórica va perdiendo importancia
política y social, aunque por momentos aparezca en algunos países como el
movimiento mejor organizado, capaz de convocar todavía a amplios sectores de
trabajadores como en Argentina e incluso a la sociedad global, como ha sido el
caso de Chile con las protestas que comenzaron en mayo de 1983 y tuvieron
vigencia hasta 1985. Sin embargo, desde el punto de vista de una perspectiva de
largo plazo, el sindicalismo obrero minero e industrial evidentemente se
encuentra atacado por distintos procesos económicos y administrativos que lo
debilita. Uno de los procesos de administración de la producción que más
perjudica al sindicalismo es la forma de contratación, en sectores de la
economía de punta. Grandes contingentes de trabajadores pertenecen a empresas
contratistas, como se ha dicho anteriormente.
Se podría imaginar que una manera como el
sindicalismo expandiera su radio de influencia fuera la incorporación a su
acción del sector informal. Sin embargo, ello no ocurre, no ha ocurrido, y es
difícil que ocurra por el hecho fundamental de que en el sistema informal no
hay patrones.
Otro fenómeno que va teniendo cada vez más
importancia en varios países de América Latina es que numerosos trabajadores,
especialmente en áreas rurales, están encadenados a una relación de producción
y financiamiento con grandes financistas que operan en la clandestinidad. Es la
economía negra. El hecho es que esa economía clandestina, impide la formación
de movimientos u organizaciones tales como los sindicatos. Aunque la economía
negra o sumergida -en todo caso ilegal- no está claramente cuantificada en
cuanto a la fuerza de trabajo que ocupa, tiene una no despreciable magnitud si
se consideran las cifras del P.G.B.
Toda la exposición realizada hasta aquí ha
tenido el propósito de enmarcar los límites cada vez más estrechos en los que
se mueve el movimiento sindical y las situaciones políticas que van surgiendo
en las nuevas realidades del trabajo en el país. Ello llama a pensar en nuevos
tipos de organización y nuevas lógicas de acción social, que no son las del
sindicalismo clásico. Estas pueden surgir con fuerza en el proceso de la reconstrucción
de la economía post pandemia. Proceso en el cual reclamarían participación y
representación ante los poderes locales e intermedios, con lo que se
configuraría un nuevo mapa en la realidad de los movimientos sociales.